Por: José Carlos Campos
16 de Julio de 2025
Pasó el juego de estrellas de Grandes Ligas y nos queda un sabor agridulce luego de que sobre lo estrictamente deportivo se le da realce a las innovaciones que se probaron en este llamado “clásico de media temporada”. Nos referimos por supuesto a la aplicación del “umpire robot”, por un lado, y al esquema impuesto para dilucidar el empate tras las nueve entradas de rigor.
Sobre esto último, sea lo que sea lo que hayan adoptado (el mini derby de jonrones aplicado) es mil veces preferible a observar que coloquen a un corredor desde segunda base iniciando el inning. Esa innovación tal parece que desafortunadamente llegó para quedarse.
Así que quien conecta más jonrones al final, gana. Como si fuera soccer: el que meta gol, gana.
Lo del robot nos queda la impresión de que aun siendo loable lo que se busca finalmente (la “justicia beisbolera”) representa ante todo una manera de despojar a este deporte de su condición humana, del margen acierto-error de quienes sancionan el juego y que así entierran para siempre una tradición que ha perdurado tantos años.
Porque ir al estadio y no gritarle al umpire los ya clásicos “burro”, “ciego” y demás epítetos son parte de lo que era (sí, en pasado) parte de la esencia misma del béisbol. Así, con la nueva modalidad, ni modo de gritarle a las máquinas. ¿O será la nueva modalidad gritarle “chatarra”?
HISTORIA- Para el recuerdo quedará (para lo anecdótico, pues) ese lanzamiento bajito para Manny Machado en la primera entrada, si bien originalmente el umpire “humano” cantó bola, el receptor Cal Raleigh no se demoró mucho en hacer la señal tocándose la cabeza, solicitando la revisión, robótica, y de inmediato el robot rectificó y se cantó el ponche.
Pecaremos de puristas: con la aplicación de esta tecnología se evapora también una de las estampas beisboleras más recurrentes hasta ahora, la del bateador reclamando al umpire, la del manager saliendo del dugout para defender a su pelotero, esos zipizapes tan comunes y que pronto serán cosa del pasado.
La pregunta es ¿y todo en aras de qué?
En el béisbol, como en otras muchas actividades, los simbolismos señalan no solo la tradición sino el apego a la historia misma. Los reclamos han sido parte del juego y parte del show por sí mismo. Borrarlo, mandarlos al olvido, es dar paso a la automatización del deporte y no dar carta abierta a la expresión humana. “Ya lo dijo el robot, y a él no le voy a ganar”.
Ya no veremos los reclamos que hoy en día aún vemos, se acercan los tiempos en que nadie podrá decir nada a la máquina de impartir justicia.
Mire que si el umpire robot se hubiera puesto de moda en los tiempos de Ángel Hernández… capaz y truena la máquina por exceso de chamba.
TRAGEDIA- Ayer llamó la atención sobre el arresto del ex lanzador Dan Serafini, bien conocido en México, por ser culpable de un crimen cometido en el estado de California.
Serafini no es ni será el único pelotero o ex pelotero que se mete en líos legales, ejemplos hay muchos, y varios más de los que se saben. Quien juega pelota profesional es un ser humano como usted y como yo, se le permite lo que, a usted y a nosotros, pero como a cualquier figura pública, se le exige que su conducta nunca brinque los límites y que, al contrario, se conduzca de tal forma que llegue a ser visto como modelo a imitar, que se erija como un ejemplo particularmente para las nuevas generaciones.
Serafini incurrió en lo ilegal, deshonró su condición de deportista. O sea, cavó su tumba para que se olvide su nombre.